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El
clarinete tal y como hoy lo conocemos es una invención del siglo XVIII, si bien
anteriormente existían instrumentos de lengüeta parecidos que pueden considerarse
precursores de este. Dispone de un mecanismo de llaves que le permite acoger un
amplio registro de notas de más de tres octavas. Además es un instrumento de
gran agilidad, casi como la de una flauta, así como su sonido es de una gran
expresividad.
Es
este un instrumento de lengüeta simple, lo que significa que utiliza una única
caña. Por ello necesita de una boquilla en la cual poder apoyar dicha caña, así
como de una abrazadera para poder fijarla a ella sin moverse.
El
llamado simplemente clarinete es en realidad el clarinete soprano en SI bemol o
en LA, y es el más conocido y utilizado de una extensa familia de instrumentos,
la familia de los clarinetes.
Por
ser el clarinete un instrumento de invención más tardía que los tradicionales
instrumentos de viento-madera, sin duda ello ha condicionado su repertorio
musical. De esta manera, no ha sido hasta la segunda mitad del siglo XVIII
cuando este instrumento ha empezado a incorporarse al mundo de la música, tanto
en su faceta de solista como integrante de la orquesta. No obstante, hay que
decir que su acogida fue muy buena en pocos años, tanto por parte de
compositores como del público. Baste decir que Mozart, que conoció el
nacimiento de dicho instrumento, lo apreciaba bastante, hasta el punto de
dedicarle, poco antes de su muerte, uno de los conciertos más memorables jamás
escrito para el clarinete.
Hoy
día el clarinete no sólo es integrante indispensable de la sección
viento-madera de la orquesta, sino que además es la columna vertebral sobre la
cual se asienta la actual banda sinfónica, siendo el grupo de clarinetes el más
numeroso de dicha agrupación, a quienes se les atribuye más o menos el mismo
protagonismo que a los violines en una orquesta sinfónica.