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El violonchelo hizo su aparición más o menos en la
misma época que el violín. Sin embargo, a diferencia de este, no tuvo de
entrada tanta aceptación por una razón, y es que tuvo que competir con un
instrumento que históricamente se encontraba muy arraigado en el mundo de la
música, cual era la viola da gamba. A partir del siglo XVII su empleo como
instrumento para reforzar las partes graves empezó a ser cada vez mayor.
Al igual que la viola da gamba, su forma de
ejecución se realiza apoyándolo en el suelo sobre una vara metálica, a la vez
que se sitúa entre las piernas del ejecutante, el cual permanece sentado. Así,
con la mano derecha se maneja el arco, mientras con la izquierda se pisan las
cuerdas para obtener los diferentes sonidos, de manera similar a todos los
demás instrumentos de esta familia.
A pesar de ser un instrumento con gran cantidad de
notas graves, lo cierto es que su elevada extensión (casi cuatro octavas) hace
que no esté exento de poder ejecutar pasajes agudos con gran lirismo. Por ello
el violonchelo, al igual que el violín, es un instrumento que históricamente ha
sido preferido para actuar tanto como solista como integrante de las partes
graves de la orquesta, si bien su gran protagonismo como instrumento solista se
produjo a partir del siglo XIX.
La
afinación de sus cuatro cuerdas es: