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La
tuba forma parte de los llamados fliscornos y tubas, siendo las tubas los
instrumentos graves de esta amplia familia. Por tanto, es un instrumento
relativamente moderno en comparación con los tradicionales (la trompeta, la
trompa y el trombón), pues aunque algún antecedente puede encontrarse, es en el
siglo XIX donde se considera que apareció y se perfeccionó, de la mano del
constructor Adolphe Sax.
Destaca
la tuba por su gran tamaño, algo lógico si se considera que es el instrumento
más grave de toda la sección viento-metal. Por ello, la forma habitual de
tocarlo es sentado, apoyando sus más de diez kilos sobre las piernas, mientras
se sostiene con la mano izquierda y se manejan las válvulas con la mano
derecha. Según los modelos pueden llegar a tener de tres a cinco válvulas.
Su
tubo cónico, que llega hasta alcanzar un pabellón de considerable tamaño, junto
a su boquilla tipo taza, semejante a la de la trompeta, hacen que su sonido sea
redondo, rico y potente, sobre todo tocado en matiz fuerte. Sin embargo no es
un instrumento demasiado ágil, aunque sí muy útil para reforzar las sonoridades
más graves.
La
tuba es el único instrumento de su amplia familia que desde su aparición se ha
incorporado a la orquesta sinfónica de forma estable. Se emplean sobre todo la
tuba baja y la tuba doble contrabajo. Actuando de bajo junto los trombones,
forman el grupo de metales graves, que aportan a la orquesta una sonoridad y
potencia idónea para determinados pasajes orquestales. En la banda de música la
tuba es también el sostén armónico de la misma, más aún si se piensa que en la
banda no existe el contrabajo, por lo que todo el peso de los graves recae
sobre las tubas, que suele tener una presencia con varios ejemplares.
En la
música de cámara cabe decir lo mismo que para la trompeta y el trombón, puesto
que su aparición habitual es junto a conjuntos de viento-metal, tales como el
tradicional quinteto de metales: dos trompetas, trompa, trombón y tuba.