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Los timbales son el único membranófono de la
orquesta que produce sonidos de afinación exacta. Están compuestos por una
membrana, que antiguamente era de piel pero que modernamente es sintética, la
cual se extiende sobre un caldero de metal. En épocas pasadas el timbal se
afinaba tensando o aflojando unos tornillos laterales, lo cual era un proceso
lento y laborioso. En los timbales modernos se puede variar la afinación
simplemente pisando unos pedales.
Hay cuatro tamaños de timbales, si bien no es
muy grande la diferencia entre ellos, siendo los mayores algo más graves,
mientras los menores emiten sonidos algo más agudos. Habitualmente se tocan
percutiendo la piel con baquetas, formadas por una pequeña vara cuya cabeza
puede ser de madera, corcho, u otros materiales más o menos acolchados, y según
el material la sonoridad puede variar. Además hay diversas formas de
percutirlos, bien mediante simples golpes, o bien haciendo característicos
redobles.
Los timbales se incorporaron a la orquesta en
el siglo XVIII, y desde entonces su presencia en la misma fue cada vez más
habitual, hasta convertirse en la moderna orquesta sinfónica en un instrumento
imprescindible, pues es el instrumento de percusión más habitual. En la música
de cámara también tiene presencia en algunas obras, casi todas del siglo XX,
pues fue a partir de dicho siglo cuando los instrumentos de percusión en
general tuvieron una consideración mayor que en ninguna otra época anterior.