Utilizar un ostinato como base sobre la cual construir
una música es un procedimiento muy utilizado desde la remota Edad Media. Un
ostinato es así un determinado patrón rítmico y/o melódico que se repite de
manera obsesiva a lo largo de una composición musical, mientras las otras
partes de la obra ejecutan pasajes diversos. Un bajo ostinato consistiría por
tanto en un ostinato que se interpreta en la parte grave de una composición, con
instrumentos adecuados a ese registro grave (violonchelo, contrabajo, viola da
gamba, fagot,…).
De esta manera, sobre un bajo (o basso que se diría en
italiano) ostinato, otro u otros instrumentos pueden realizar diversas
variaciones. Así, el bajo sería una continua repetición de un mismo diseño
melódico, mientras el resto de partes musicales serían continuas variaciones
apoyadas sobre ese bajo repetitivo.
En el Renacimiento y en el Barroco buena parte del
repertorio instrumental estuvo compuesto de música para la danza, o basada en
ritmos de danza, y algunas de esas danzas a menudo se basaban en un bajo
ostinato, como es el caso de la danza llamada “chacona”.
El muy famoso “Canon de Pachelbel” es un ejemplo de cómo
es posible combinar varios de los procedimientos compositivos. Aunque su nombre
indica que es un canon, y así es en realidad, lo cierto es que su
característica más sobresaliente es que se trata de un bajo ostinato que se
repite multitud de veces de manera continua.
El ostinato de esta obra está compuesto de tan sólo ocho
notas, ejecutadas en los instrumentos más graves de la cuerda (violonchelos y/o
contrabajos, según la instrumentación con la que se interprete la obra):
Así, sobre este bajo ostinato, el resto de las partes
instrumentales (tres partes para violines) ejecutan un largo canon, de manera
que las partes del violín segundo y tercero van repitiendo, con un cierto
desfase de tiempo, lo que el violín primero va interpretando primero. Y todo el
canon se apoya sobre ese bajo continuamente repitiéndose, como si se tratase de
una rueda que gira sin cesar.