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El aria, como estilo musical, está vinculada, al igual
que el recitativo, a las formas musicales del Barroco. Se relaciona por tanto
con el nacimiento de ópera barroca, así como con las formas religiosas: cantata,
oratorio y pasión. Se puede definir como una melodía muy adornada y expresiva
para cantar por un solista, y habitualmente acompañada por orquesta o por un
grupo instrumental importante.
La función que el aria cumplía era doble. Por un lado,
suponía un claro contraste de estilo con el recitativo, de modo que todas las
formas musicales anteriormente citadas, se componían a base de alternar un
recitativo con un aria, intercalando a veces alguna pieza con coro, o bien
alguna pieza puramente instrumental. Por otro lado, el aria cumplía la función
de expresar con la máxima musicalidad el sentimiento que se había citado en el
recitativo anterior, de manera que recitativo y aria se complementaban a la
perfección y suponían una unidad que expresaba ese sentimiento que se pretendía
describir.
A lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX el aria fue el
pilar sobre el cual giraría la ópera de estos periodos, adoptando formas
diferentes, y siendo el principal atractivo para el público, que veía así en
las arias más hermosas la razón de su afición por la ópera.
Cuando había más de un cantante solista en las arias se
emplean otros vocablos para designarlas. Así, cuando actúan dos solistas se
habla de duetto, y cuando son tres se
dice que cantan un terzetto. Y si el
grupo de solistas es numeroso (más de cuatro o cinco), lo que era norma
habitual en los finales de acto de las óperas italianas, se denomina concertante.